Esa sensación de conclusión
inevitable, de “ha sido perfecto, pero ya se acabó”, esa mezcla
de alegría, amargura y alivio, alivio por saber que aún queda algo
bueno.
Y es que “El Tiempo Entre Costuras”,
de María Dueñas, es algo bueno, muy bueno.
La novela de esta doctora en Filología
Inglesa nos traslada de lleno a los años 30, fecha de inicio de dos
de los conflictos bélicos más importantes del último siglo: la
Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial.
A caballo entre Madrid, Marruecos y
Lisboa, conocemos a Sira Quiroga, una modista de orígenes humildes
pero con un espíritu incansable y luchador.
Sus aventuras y desventuras nos
llevarán a conocer a múltiples personajes históricos, y nos
tendrán en vilo hasta la última sílaba (y lo digo por
experiencia).
María Dueñas demuestra haberse
documentado concienzudamente (algo imprescindible pero poco extendido
a la hora de escribir novela histórica), y nos ofrece un magnífico
panorama de la sociedad española de la época, e incluso se aventura
a dar detalles minuciosos como nombres, relaciones y cargos, con lo
que queda demostrada su cuidada labor.
Dueñas también crea magníficos
personajes originales, entre los que destaca, por supuesto, la
protagonista. Sira es una heroína de esas que ya no quedan, una Jane
Eyre modernizada, metamórfica y tremendamente lista.
Una luchadora a la que los golpes y
puñaladas la hacen más fuerte, convirtiéndola en una especie de
femme fatale con un trasfondo de fidelidad y romanticismo que
encandila.
A lo largo de la novela (que, a pesar
de su densidad se queda corta), situaciones y sentimientos
completamente distintos se enlazan, desde la locura de un
enamoramiento repentino y pasional hasta la frialdad con la que se
debe ejecutar una complicada operación de espionaje.
La autora se desenvuelve magníficamente
en todas ellas, demostrando una vez más su intensa documentación.
Sin embargo, este aspecto se vuelve en
su contra en contadísimas ocasiones.
Especialmente cuando habla de las
operaciones alemanas durante la Segunda Guerra Mundial y del
gobierno de Franco, María Dueñas emplea un vocabulario técnico de
difícil comprensión para una quinceañera como yo.
Probablemente la culpa sea mía, pero
también es verdad que nada es perfecto, aunque he de reconocer que
me ha costado encontrarle pegas a esta delicia.
En resumen, una buenísima novela
histórica, detallada sin aburrir, humana, trepidante y
deliciosamente escrita.